La represión franquista en las mujeres

La represión franquista en las mujeres

Hoy día los estudios históricos explican con total rigor y detalle los caracteres de aquella represión; una labor que desgraciadamente no ha culminado todavía, pues aún, hoy día persisten los fantasmas del fascismo revoleteando a nuestro alrededor, como si no hubieran sembrado suficiente sangre y dolor, y se hubiesen quedado aún como diría Aute con hambre atrasada.

12/04/2019 |

Fue un 19 de Noviembre de 1933 cuando votaron por primera vez las mujeres en España, lo volvieron hacer en Febrero del 1936 donde el Frente Popular saco una mayoría absoluta aplastante 257 Diputados, frente a los 139 de la Derecha y 57 de Centro, pero este resultado democrático no detuvo el alzamiento militar fascista que se produjo el 18 de Julio del 1936.

La represión se llevó a cabo sin titubeo, ni vacilaciones, tenían que ser ejemplares y rápidos salvar a España del que no piense como ellos cueste lo que cueste, como decía el dictador “No me importaría matar a media España si tal fuera el precio a pagar para pacificarla”.

Málaga se convirtió en la primera ciudad del mundo que fue agredida sistemáticamente por la aviación, el 22 de Agosto de 1936 hubo un bombardeo de nueve aparatos sobre la campsa, que estuvo durante varios días ardiendo. En esas navidades del 36 salieron las primeras expediciones de niños malagueños hacia Francia, días después el 2 de Enero de 1937 bombardean Málaga con bombas incendiarias, colapsando la ciudad y dejándola sin fluido eléctrico, casi al final del mes se siguen sacando cadáveres entre los escombros, la situación era dantesca, lo más grave era que los bombardeos no buscaban objetivos militares o estratégicos y solo causaban daño a la población indefensa y hambrienta. Comenzó la ofensiva del ejército sublevado sobre Málaga, el pánico se apoderó de toda la población y al atardecer, más de 300.000 personas abandonaron desordenadamente y precipitadamente Málaga, mientras los barcos en la costa, el Canarias, Baleares y el Almirante Cervera bombardeaban a la población civil, fundamentalmente mujeres, personas mayores y niños que huían por la carretera en dirección a Almería.

A partir de aquí comienza uno de los episodios más tristes, más claros y desconocidos de la represión, la que sufrieron las mujeres durante el franquismo, decía el criminal de guerra Queipo de Llano que a las mujeres republicanas había que violarlas y después asesinarlas, aleccionando a los legionarios y regulares a que enseñaran a los rojos lo que significaba ser hombres y de paso a las mujeres después de todo esas comunistas y anarquistas se lo merecían, cuanta caridad cristiana bajo el amparo, impasible y cómplice de la iglesia, que obligó a “procesionar” los domingos de Ramos a las mujeres rapadas que colaboraron con la república.  

Mujeres cuyas vidas se les hizo de noche antes de tiempo. Mujeres comprometidas con el proyecto republicano, militantes de la UGT y la CNT, partidos políticos y asociaciones femeninas que acabaron en las cárceles franquistas, que estaban destinadas a doblegar y transformar a las personas que caían en sus manos.Allí, estas mujeres se encontraron con otras muchas cuyo delito era ser esposas, hermanas, madres o cuñadas de rojos y que por ello fueron estigmatizadas y condenadas, cuando no mantenidas como rehenes a la espera de que el régimen capturara a sus hombres, que sí se habían significado políticamente a favor de la República, por eso, en las fichas procesales, no tienen escritas, ni la causa de la condena, ni la detención.

De este amplio colectivo de mujeres represaliadas, hubo un gran número de ellas que siguieron la lucha contra el franquismo en la clandestinidad, muchas fueron fusiladas y otras encarceladas durante muchos años. Muchas de ellas sufrieron rituales de humillación: rapados de cabezas, purgas con aceite de ricino y escarnio público consiguiente, estos rituales públicos se representaban no tanto para castigar el pecado de la mujer sino para vejar, humillar y combatir al hombre que había detrás de ella y que no se había dejado atrapar: el marido, el padre o el hijo varón. En resumen, castigar al hombre… pero en el cuerpo de la mujer. Con lo que dichas prácticas, al margen de su carga represiva per se, evidenciaban el acendrado carácter patriarcal y sexista del régimen que tuvieron que padecer las mujeres, ellas sufrieron una doble represión durante la etapa franquista: por rojas y por mujeres, incluso triple si pensamos en el estigma social que tuvieron que afrontar las supervivientes a sus salidas de las cárceles, despreciadas y desprestigiadas como mujer, procurando señalar en ellas como las rojas degeneradas en cuyo interior habitaba el Mal. Rituales que no practicaban con los hombres, solo con las mujeres.

Por las cárceles de mujeres en Málaga pasaron más de 4000 presas, mujeres que pasaron hambre, miseria y penurias. Sufrieron duchas de agua fría en invierno, violaciones, simulacros de fusilamientos, descalificación moral, golpes, la desnudaban y le hacían chantaje emocional con sus hijos.

La alimentación estaba encaminada a la muerte lenta pero segura de las víctimas, se les daba de comer una semilla molida amarilla llamada almorta, que se daba a las vacas para que dieran más leche, era tan dura de digerir que causaba dolores estomacales y úlceras, mientras el dinero destinado a la alimentación se desviaba a otros menesteres o a los bolsillos de algunos gestores.

Según las palabras de Vallejo Nájera, La represión, en sus múltiples fórmulas, desde la humillación pública hasta el asesinato, pasando por el encarcelamiento, se convertía de este modo en una medida de profilaxis que pretendía purificar el cuerpo social, extirpando del mismo cualquier atisbo de “complejo psico-afectivo” que pudiera “descomponer la patria”.

Las conclusiones de esos estudios decían: que las mujeres en general y las rojas en particular, tenían rasgos físicos y psíquicos que las situaban en un plano de inferioridad con respecto al hombre, y que los factores marxismo-mujer-revolución, debían ser tratado médicamente. Así mismo, deducían que las malagueñas, mujeres y rojas, eran claramente seres degenerados con rasgos criminales.

Las mujeres fueron expulsadas de las “fábricas y de los talleres”, la doblegaron al encierro en el ámbito doméstico en el papel subalterno de “esposa y madre ejemplar”. El patriarcado machista se recrudece en el código penal en materias de delitos de adulterio e incluso se introduce un Artículo 428 que establecía el derecho del marido y del padre “a lavar con sangre su honra”.

La represión femenina sufrida en las cárceles franquistas presenta diferencias a la de los hombres, en ellas se el hecho de la maternidad: los casos de presas que pasaban su embarazo en prisión, daban a luz en la enfermería de la cárcel o sobrevivían con sus hijos pequeños en el centro penitenciario. Ni tampoco a problemas sanitarios concretos como la dificultad de higiene durante la menstruación en las pésimas condiciones de la cárcel de turno, motivo de escarnio por parte de autoridades y carceleras.

Otro factor diferencial entre Mujeres y Hombres era el perfil de los centros carcelarios femeninos, en los que las tareas de administración, vigilancia y castigo recaían generalmente sobre órdenes religiosas femeninas: Hijas de la Caridad, Hijas del Buen Pastor, Oblatas…, con la plusvalía de control y adoctrinamiento ideológico y religioso que ello entrañaba.

Resulta significativo que en las estadísticas penitenciarias no aparecieran presas políticas como tales, quedando todas las reclusas englobadas bajo el apartado de delincuentes comunes, y dando a entender que su encarcelamiento obedecía más a razones de tipo social provocadas por la miseria de posguerra que a impulsos organizativos y desafecciones políticas.

Cuando la mujer en cuestión evidenciaba su carácter irreductible, la recurrente técnica del traslado a otra cárcel cortaba por lo sano cualquier vínculo con la comunidad política y emocional diseñada para sobrevivir.

El drama tuvo que ser especialmente doloroso para las reclusas que daban a luz en la cárcel, sabiendo que al cabo de los tres años se verían separadas de sus hijos, y no precisamente para que los recogieran sus familiares en el exterior. A las duras condiciones de vida del presidio —-reclusión, hacinamiento, miseria y enfermedad —, más intensas, si cabe, al verse sin leche o comida adecuada para sus criaturas, se añadía una amarga y forzada despedida.

Únicamente coincidiendo con las festividades de la Merced — patrona de las prisiones—, Navidad y Reyes, se les permitía a los hijos de las presas pasar buena parte de la jornada con sus madres.

            El Dictador lo tuvo claro; en 1939 diseñó un sistema que redimiera y rebajaran sus penas si trabajaban para el Estado. En lo que sería un curioso mecanismo de explotación laboral y rentabilidad económica, tanto para el Estado como para algunos empresarios privados. Al igual que ocurría con los presos, también una parte del colectivo de presas condenadas por delitos políticos tenía derecho a redimir pena; una parte, que no toda, pero las presas que sí podían aspirar a redimir veían mucho más limitadas sus posibilidades de trabajo que sus compañeros varones, ya que el Nuevo Estado invertía poco y mal en instalaciones laborales en los centros femeninos, las presas nunca salieron a trabajar fuera de la cárcel, así que conforme con el papel doméstico asignado a las mujeres en el reparto socio-sexual franquista de roles, fue la de los talleres textiles, aunque curiosamente resultó ser llamativamente escasa.

Aquellas mujeres luchadoras de entonces, siguen aún siendo hoy en día referencia, hoy toman su relevo los movimientos feministas, son fuerzas vivas y muy activas que difícilmente van a poder ser paradas por mucho que se empeñen algunos con pocas neuronas y mucha testosterona a caballo.

El proceso es tan imparable que la mayoría de la opinión pública ha asumido que se trata de uno de los principales motores actuales del cambio social. Los cambios logrados para alcanzar la igualdad formal y las acciones positivas para avanzar en la igualdad real han sido instrumentos de utilidad para la igualdad de la mujer.

"Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos".